El Rosario a la Virgen de Guadalupe es una poderosa oración dedicada a la patrona de América Latina y México. Esta devoción mariana ha sido transmitida de generación en generación, siendo una de las principales formas de expresar la fe y el amor hacia la Virgen morena. A través del rezo del Santo Rosario, los fieles buscan la protección, la intercesión y el consuelo de la Virgen María, encomendándole sus peticiones y agradecimientos. Es una práctica que une a millones de personas en todo el mundo, fortaleciendo la fe y fomentando una profunda devoción a la Madre de Dios.
Con cada cuenta del Rosario, entonamos con fervor tus alabanzas y ensalzamos tu grandeza como Reina del Cielo y de la Tierra. Eres la Estrella de la Evangelización, la Protectora de los más humildes y la Consuelo de los afligidos. En tu imagen morena y celestial, eres símbolo de unidad y mexicanidad, acogiendo con amor a todos tus hijos sin distinción alguna.
En cada misterio, contemplamos los momentos clave de la vida de Jesús y María, y te pedimos, Virgen de Guadalupe, que visites nuestros corazones para que, como hiciste con San Juan Diego, nos compartas tus mensajes de amor y esperanza. En la primera decena, recordamos tu aparición ante el humilde indígena, revelándote como la Madre de Dios y manifestando tu deseo de tener un templo en aquel lugar. Con un corazón lleno de fe y obediencia, San Juan Diego acudió al Obispo y cumplió con tu mandato, logrando que una capilla se erigiera en el Tepeyac, donde recibes a tus hijos con maternal ternura.
En la segunda decena, meditamos sobre la mejicana de Castilla y el mensaje de unidad que transmitiste al pueblo mestizo. Eres Madre de todos los mexicanos, de aquellos que te invocan con fervor y te aman entrañablemente. Tu amor y protección se desbordan hacia las almas que, buscando consuelo y guía, encuentran en ti un refugio seguro. Bendita Virgen de Guadalupe, fortalece nuestra identidad como hijos tuyos y comprométete con tu pueblo, ayudándonos a construir una sociedad más justa y fraterna.
En la tercera decena, reflexionamos sobre tu poderosa intercesión ante Dios. Eres la Estrella de la Nueva Evangelización, llamándonos a transmitir la fe en Jesucristo y a vivir según el Evangelio. Por medio de tu dulce mirada y amor maternal, nos guías en el camino de la santidad y nos enseñas a ser testigos vivos de la Buena Nueva. Inspira en nosotros la valentía y la audacia apostólica para anunciar a todos el amor y la salvación que se encuentran en tu Hijo.
En la cuarta decena, recordamos tus múltiples milagros y sanaciones. A lo largo de los siglos, has obrado prodigios en favor de tus hijos, respondiendo a sus plegarias y curando sus enfermedades físicas y espirituales. Oh Virgen de Guadalupe, te encomendamos a todos aquellos que sufren en cuerpo y alma, para que encuentren en tu amor consuelo y esperanza.
En la quinta decena, alabamos tu misericordia y compasión infinitas. Eres la Madre de la Misericordia, acogiendo a todos los pecadores arrepentidos bajo tu manto protector. Imploramos tu perdón y el auxilio de tu amor maternal, para que, después de cada caída, nos levantemos con fuerza y coraje. Adelante, Madre querida, conduce nuestros pasos por el camino de la santidad y acompáñanos hasta el último suspiro de nuestras vidas.
Oh Virgen Inmaculada, eres el faro que nos guía hacia Jesús, nuestro Salvador. Al finalizar este Rosario a la Virgen de Guadalupe, te pedimos que compartas con nosotros tus gracias y bendiciones, para que, fortalecidos por tu amor y protección, vivamos fielmente nuestra fe en cada instante de nuestra existencia.
Amén.