La Oración a María Santísima es una expresión de devoción y cercanía hacia la figura de la Virgen María, reconocida como madre y protectora de toda la humanidad. A lo largo de la historia, numerosas personas han recurrido a esta oración para encontrar consuelo, guía espiritual y pedir intercesión en momentos de dificultad. Es un canto de amor y respeto hacia una figura venerada en diferentes tradiciones religiosas, cuya presencia y fortaleza han acompañado a millones de creyentes a lo largo de los siglos.
Querida Virgen María, tú que fuiste elegida desde toda la eternidad para ser la Madre del Salvador, te suplicamos que nos acompañes en nuestro camino de vida, protegiendo nuestros pasos y guiándonos hacia la plenitud del amor divino. Tú que estuviste presente en cada momento decisivo de la vida de tu Hijo, enséñanos a seguir sus pasos y a amar como Él amó.
Madre de misericordia, sabemos que no somos dignos de tu amor, pero confiamos en tu bondad infinita y en tu intercesión poderosa. Tú que eres refugio de los pecadores y consuelo de los afligidos, acoge nuestras súplicas y protégenos de todo mal. Ruega por nosotros, oh Madre amorosa, y alcánzanos la gracia de vivir conforme a la voluntad de Dios.
María, tú que escuchaste la palabra del ángel y dijiste “fiat”, ayúdanos a estar siempre dispuestos a decir sí a la voluntad divina. Que nuestra fe sea firme como la tuya, para que podamos servir con generosidad a nuestros hermanos y vivir en comunión con el Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
Oh María, Estrella de la mañana, ilumina nuestra vida con la luz de la fe. Que nunca nos apartemos del camino de la verdad, y que siempre tengamos presente el ejemplo de tu obediencia y abandono en Dios.
Madre del Redentor, pedimos tu intercesión por nuestras necesidades y por las necesidades de todo el mundo. Te confiamos especialmente a aquellos que sufren, a los enfermos, a los solitarios, a los que han perdido la esperanza. Tú, que experimentaste el dolor de la pérdida y la angustia de la cruz, ayúdanos a llevar nuestras cargas con paciencia y fortaleza.
María, Reina de los Cielos, enséñanos a amar a Dios y a nuestros hermanos con un corazón puro y generoso. Intercede por nosotros ante tu Hijo Jesús, para que podamos alcanzar la vida eterna y participar de tu gloria celestial.
Oh María, Virgen y Madre amorosa, te confiamos nuestras vidas, nuestras familias y nuestras comunidades. Que bajo tu protección maternal, podamos crecer en santidad y vivir siempre unidos a Cristo.
Amén.